La vida de una piedra

                Una piedra puede ser plana, redonda, triangular, un polígono, rara vez tiene una forma perfecta, incluso cuando la ves desde otro plano puede que cambie otra vez su forma, también puede tener diversos colores aunque lo normal es que sus colores jueguen entorno a la escala de grises. Una piedra a la orilla de un lago transcurre su vida en torno al calor del día y el frío de la noche, la humedad en mayor o menor escala, mantener sus átomos de estáticos minerales perfectamente alineados, con esa tristeza que caracteriza todo aquello que no contiene carbono, ese átomo de la vida que permite las múltiples formas, ese átomo que convirtió todo en algo más interesante.

Un día perdió una cantidad efímera de materia en su superficie mas externa, se sintió triste por extinguirse poco a poco y por ser un poco  más pequeña pero cuando lo pensó mejor se alegro al pensar que algún día podría estar en una hermosa playa convertida en arena entre bañistas, aunque también podría estar en un árido desierto y en este punto su ánimo cayó de nuevo. Recordaba cuando un zapato sin querer tropezó con ella y la cambio de sitio, no tenía a noción del tiempo, no sabría hace cuanto fue y sus vecinos pues, eran piedras.  ¿Cómo se suicida una piedra? No puede colgarse, ni saltar de un edificio, ni ahogarse en su lago, solo puede esperar que la erosión la lleve a otro destino más alegre y ¿Qué es alegría? Pues depende, puede ser muchas cosas, un camino, un objetivo, un momento o como lo fue para esta piedra un estallido de emoción, adrenalina y sobretodo  el recordatorio de que si existe y su existencia es tangible, tan tangible que un día una mano la levanto, en menos de un segundo estuvo a unos increíbles ciento sesenta centímetros sobre el suelo, se movió mas en un segundo que lo que se había movido en años y pudo ver desde alto su vieja morada que no era más que la hendidura que su cuerpo dejo sobre el barro, acto seguido dio vueltas y vueltas sobre esa mano mientras su operador la examinaba ¡alguien la examinaba! Si existía, pero nada de esto fue comparable con lo que aconteció después, otra vez en menos de un segundo estaba viajando por los aires pero esta vez a cincuenta kilómetros por hora recorrió nada menos que unos increíbles casi catorce metros por cada segundo de viaje girando sobre su eje a velocidad de torbellino, llegando a rozar el agua solo para despegar otra vez unas cinco veces dejando a su paso destellos en forma de ondas sobre la superficie del lago, un montón de peces asustados y hasta un pato se dio a la fuga despavorido. Ya nadie dudaría de su presencia o al menos eso pensó hasta que su euforia se extinguió y se dio cuenta que ahora estaba en el fondo del lago, seca por dentro y que ahora pasarían décadas para encontrarse con otra mano y con el calor del sol.

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